Palabras 25 años (gracias Fabián...)
Queridos amigos:
He tomado el riesgo y la responsabilidad de escribir algo porque me lo ha indicado mi corazón. De este modo podré superar la difícil sensación de resumir en pocas palabras las vivencias de toda una época gracias a un profundo sentimiento de añoranza.
Podría decirles que hace 25 años finalizó una etapa y comenzamos a ser responsables de nosotros mismos. Tuvimos que dejar el Blazer azul y los pantalones grises. Dejamos de ser personas amparadas y consentidas y emprendimos un camino de crecimiento personal que nunca terminará, pero que ha tenido puntos sublimes en distintos hechos importantes a lo largo de nuestras vidas. Algunos hemos tenido la gracia de ser padres, otros han tenido éxitos profesionales y otros han vivido honrando la vida y sus pormenores cotidianos y han sabido ver la felicidad en las cosas simples. Otros han tenido una dicha plena.
También podría decirles que el tiempo dejó marcas en nuestros rostros y en nuestros cuerpos. Algunos parecen tener mas edad de la que tienen, otros muestran un aspecto adecuado a su edad biológica y otros están tan iguales que parece que tuvieran un pacto secreto con la vida.
Si quisiera seguir siendo tradicional, podría también decirles que hemos seguido unidos por los lazos del recuerdo y que siento un profundo agradecimiento por todas las satisfacciones que me ha brindado la relación con mis compañeros y la enseñanza de nuestros profesores y profesoras, que estoy seguro fue dada con una profunda vocación.
Pero sin querer renegar de un discurso tradicional aunque con contenido verdadero, intentaré ir a lo esencial, describir cual es la verdadera importancia de estar aquí reunidos en este día y porqué creo que estamos satisfechos de estar ahora compartiendo este momento.
Todos tenemos mas de cuarenta. La edad y el paso del tiempo no es en vano. Las vivencias y las marcas de la vida no solo se muestran en las arrugas del rostro y en la pérdida de belleza del cuerpo joven. También se nota en las profundidades del alma. Un alma que fue madurando, creciendo y que se dió cuenta de comenzar a poner freno a la acelerada carrera que significa el estudio, la formación de una familia, la realización en el trabajo, la casa, el auto propio, etc., y que hoy nos muestra la necesidad de volver a lo esencial de nuestro origen, a los afectos mas caros a nuestros sentimientos conservados en una caja de cristal durante años, al asombro de comenzar a descubrir cuales son las cosas importantes y significativas de la aventura de vivir en esta tierra. A valorar lo importante que es que nos pasen cosas, aunque no trasciendan, aunque no nos den éxito material, aunque no sean gran cosa para el resto de la sociedad. Solo importa que sean importantes para nosotros. Que un día nos demos cuenta que redescubrimos afectos, que descubrimos lo importante que es pensar, ser libres, oir, ver, sentir amor y disfrutar de los lugares que siempre nos han cobijado.
Creo que hoy estamos juntos por esa imperiosa necesidad de volver a revalorizar nuestros antiguos afectos y darles vigencia en una etapa de nuestras vidas en que comenzamos, gracias a nuestra madurez, a valorar mas las mañanas y el ocaso de los atardeceres que las noches frenéticas.
Seguramente el hecho de saber como estamos físicamente o que actividad estamos desarrollando, no pasará de ser una simple anécdota del encuentro. Lo que quedará es la comunión de sensaciones y sentimientos que flotarán en el aire el tiempo que dure esta maravillosa reunión.
Finalmente llego a la conclusión que con mas o menos pelo, con mas o menos arrugas, mas delgados o mas gordos, mas o menos maduros, no hemos dejado de ser en esencia chicos de barrio que sintieron que mientras la lluvia de papeles caía sobre cada estadio en el mundial, en Villa Cabrera valían mas las clásicas lloviznas de verano.
Mientras el país sufría una de sus más grandes derrotas, en la que se prohibió la libertad de expresión, en el Peña soñábamos sin reprimenda.
Por suerte nos entristecíamos mucho tiempo después por las malas noticias que llegaban tarde a nuestras vidas.
Mientras los adultos se preocupaban por sus problemas de seguridad y estaban atraídos por los cambios permanentes, nosotros lo estábamos por la vida de nuestros amigos y por los relatos fantásticos sobre el poderoso, el loco, la loca o el muchachito arrogante del barrio.
Creo que hoy debemos disfrutar de nuestro origen, de nuestra propia esencia de chicos de barrio. El único barrio en el mundo capaz de cobijar tantos sentimientos verdaderos.
Hoy debemos asumir los dolores sin que ello signifique un sufrimiento y disfrutar de los momentos gloriosos. Perdonar a la vida por haber arrancado de este mundo a nuestro querido Héctor Hugo, reconciliarnos con los recuerdos, con la gente que quiso matar nuestra esperanza y disfrutar como un todo indivisible la realidad de ser quienes somos. Aquellos claros y humildes chicos de barrio.
Córdoba, 26 de Noviembre de 2004
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